Vistas de página en total

miércoles, 14 de mayo de 2014

14.- YA OS HE CONTADO MUCHAS MENTIRAS, AHORA OS VOY A CONTAR UNA DE VERDAD. (Comportamientos humanos V)




No me digáis nada, con esta manía de querer ver todo desde otro punto de vista, el lector no sabe dónde situarse. Con el título que os he calzado en este arrebato, estáis dudando si os voy a contar la mayor de las mentiras o va a resultar una gran verdad. No os preocupéis, con el tema que nos ocupa, todo estará muy claro.
 

Entrada Angrois 24/07/2013



Ya ha pasado un tiempo prudencial para que no sea un osado al meter la nariz y ver el otro punto de vista en un asunto tan delicado como el accidente de Angrois, y no ha pasado demasiado para que se cumpla el primer aniversario y nuevamente pase a ser el tema más tratado, comentado, y que milagrosamente por todas instituciones será recordado.

Viví muy intensamente este desgraciado acontecimiento. Solo había dos posibilidades, o venir en el tren, o vivir relativamente cerca de la dichosa “Grandeira”. Afortunadamente para mí, fue la segunda razón la que decidió que esto fuera así.
No es necesario revolver en detalles, por otra parte ampliamente repetidos fuera del ámbito de este arrebato, se trata de ver con el paso del tiempo, que nos ha enseñado todo esto, como son los distintos comportamientos humanos y a que conclusiones se ha llegado.


Estado habitual de la zona

Angrois es una pequeña aldea que linda con Santiago de Compostela (la capital del reino de Galicia) y que forma parte de su ayuntamiento. Con estos datos, y tras el trágico suceso, cualquiera os comenta a vosotros que lo normal era que antes del accidente, ya no digamos el personal de la comarca, sino un gran porcentaje de los habitantes de la ciudad, no serían capaces de situar Angrois en el mapa. Lo que sí puede que os creáis es que, posiblemente la gran mayoría de los concejales del ayuntamiento, errarían totalmente en este ejercicio.


Pero todavía es peor, y aún no he empezado a exagerar, la gran mayoría de esa pequeña minoría que situaba a Angrois en el mapa, lo situaba pensando, recordando y utilizando el nombre de forma peyorativa. Solo la terquedad de los hechos de un pueblo son los que acaban demostrando lo imbéciles e idiotas que son los que se consideran listos. ¡Líbrenos Dios de todos ellos, que nosotros no somos capaces! Vivimos en un país de grandes y peligrosos contrastes, igual eres el mejor y más fiel de los tesoreros como, al día siguiente, el insuperable manos largas, y dominador de peinetas. Igual arreglas bombillas que iluminan a nuestro señor, como limpias el cepillo en misas tempraneras.
 


El estado de abandono y olvido de esta aldea sintoniza a la perfección con el que ya se empieza a vislumbrar en la zona de Sar, que es el barrio frontera con Angrois. Esta ignorancia de una parte de la capital Gallega no es una exclusividad del Ayuntamiento de Santiago si no que otras instituciones ampliamente reconocidas, no hace muchos años, le daban un tratamiento de “zona alejada y remota" , y otras lo consentían, lo que inducía a pensar en las altas montañas de los Ancares, en vez de un barrio de la Capital del reino.
 

Aquel maldito 24 de Julio la tarde seguía su curso y era una mera transición hasta la tan celebrada noche del apóstol. Creo que esta coincidencia en fecha jugó un papel fundamental. La ciudad estaba plagada de medios de personal de seguridad y sanitarios que absorbieron los momentos iniciales de la grave catástrofe.
Al poco tiempo de producirse el accidente (un puñado de minutos), con la entrada a Angrois totalmente colapsada por decenas de coches de bomberos, decenas de ambulancias y numerosísimos coches de policía, se coló en medio un vehículo privado con personaje y acompañante. Tanto los que allí estábamos, como el policía local más próximo, no dabamos crédito de esta inadecuada incursión en el meollo del caos, por lo que, antes de que su conductor se bajara,  el de la autoridad propino un grito:

 “sáqueme ese coche de ahí”

 El elegante conductor y digna acompañante, ni se inmutó. Paró su carro, entorpeció y con la parsimonia que el momento propiciaba, se apeó. Encamisado, y con la americana colgada a la espalda y sujeta con su mano derecha, al estilo Julio Iglesias, balbuceó: 

“Soy el concejal de …” 

La bilirrubina escalaba a borbotones el cuerpo del incrédulo representante del orden, y se acumulaba de forma evidente sobre su rostro, el cual, de forma automática y estruendosa, volvió a repetir:

“¡Que lle dixen que me saque ese coche de aí¡”

Ni el ruido atronador de la amalgama de sirenas de la gran mezcla de vehículos taparon la justa reprimenda. Tal como vino, el personaje montó en su coche y afortunadamente para todos, desapareció.



Interés puntual



Son innumerables los ejemplos que con el historial que llevamos de este accidente, certifican la inutilidad que nos toca lidiar. Las vueltas que se le da, y se le dará al juicio, las actuaciones, la falta total de responsabilidad y las tretas evasivas de toda responsabilidad, delatan la grave enfermedad que tenemos en esta sociedad. Tratar hoy en día de culpabilizar de este desgraciado accidente, únicamente al conductor (responsable en su justa medida), es un insulto al mínimo grado de análisis y entendimiento de los ciudadanos.  Yo no sé si hace falta un segundo perito, o un equipo entero, para convencernos que con el artilugio del ERTMS el accidente nunca habría tenido lugar,  pero cuesta creer que hoy en día, una máquina de destrucción como esta, carezca de un simple GPS con el correspondiente kit de 400€, para adaptarlo al puñetero freno que, antes de llegar “A Grandeira” debería haber actuado. Lo que no se puede es consentir excusas que ni el tiempo ni el dinero, mal gastado y estafado muchas veces, podrían haber impedido.




El recuerdo
Si el conductor fuera el único responsable, y por lo tanto no se acometiera ninguna actuación más, no se va a montar en el tren ni el revisor. Los que vemos habitualmente de frente la curva de ”a Grandeira”, impone, asusta y marea, y no nos sale de la cabeza cuanto más tiempo ha de pasar para que cualquier maquinista se vuelva a despistar.



Hace una semana asistí por primera vez a un juicio. Al final, la jueza me acabó expulsando de la sala. El motivo era que, al parecer solo debería hablar cuando se me preguntara. No fui capaz de mantener el pacto en varias ocasiones. La razón era muy simple, era totalmente insoportable permanecer callado ante las mentiras y burdas manifestaciones que los abogados defensores del acusado, escupían. Parece que da igual, que las reglas son soportarlas, que la manipulación y las tretas defensivas deben ser aceptadas, que la sinrazón muchas veces puede ser más poderosa y acabar imponiéndose.
¡Manda carallo!
Mal asunto, algo falla en el sistema, pero esto así no va bien.






Los cientos de periodistas, y distintos medios internacionales,  que en aquellos días nos inundaron y dedicaron alta cobertura al desgraciado acontecimiento (algunos a modo de estrella y con ensayos incluidos ante su inminente entrada en directo), comparten el olvido al que hemos sometido, a lo largo de todos estos meses, a los recuerdos y a los afectados, sin insistir adecuadamente en las exigencias y las responsabilidades necesarias que las víctimas se merecen. 





Malas conclusiones de una gestión, malas de un seguimiento y nefastos resultados para los más interesados, de los que pocos se acuerdan, hasta que celebremos el aniversario. Y por supuesto el pueblo de Angrois ampliamente conocido, pero igualmente  olvidado.



Los recuerdos


¿Y quién se salva de todo esto? Pues los de siempre, los que siempre dijo la Srta Jloria, los más sencillos, los auténticos ciudadanos, los que son capaces de echar una mano sin que nadie se lo pida, los que no son políticos, los que ya le cansa tanto homenaje, los que simplemente quieren que les dejen vivir en paz.








Nota: Para ver alguna bobada más, sin que tengas que esperar a que me dé otro arrebato, igual en twitter saco algún rato: @mikeltrujillo
















1 comentario:

  1. Mucho nos queda por mejorar. Nunca ordenamos las prioridades pir lo que realmente es importante en esta triste vida.

    ResponderEliminar